En los últimos años, las prácticas, la gestión y legislación, entre otros aspectos de la seguridad en el trabajo han venido mejorando significativamente en el país. Las razones de los cambios positivos pueden atribuirse a diversos factores: el creciente ingreso de empresas peruanas a mercados internacionales, el interés manifiesto de los accionistas de las compañías, la mayor proactividad de las instituciones de Estado y, por supuesto, las preocupaciones de la sociedad civil, entre otras razones.
La minería ha venido participando de estos cambios, especialmente en el Perú, donde ha sido y sigue siendo un valioso protagonista de la seguridad laboral. Algunos analistas y especialistas consideran fundamental el aporte del sector minero al desarrollo de la seguridad en el trabajo del país. En efecto, una nueva cultura de seguridad va surgiendo en las operaciones mineras, la que se manifiesta en las condiciones de trabajo y los comportamientos de los trabajadores… aunque todavía hay un camino mucho más largo por recorrer.
Pero, ¿cuánto más se podrá mejorar avanzar en materia de seguridad en el trabajo si más allá de las fronteras laborales se siente y actúa de manera insegura? La respuesta cae por su propio peso. Un solo ejemplo puede verse en materia de seguridad en el transporte público. ¿Cuánto más podrá avanzarse en materia de seguridad en el trabajo si en los hogares, en las escuelas y centros de educación superior y organizaciones civiles el asunto del comportamiento seguro está en último plano?
Mientras más demora se tenga en adoptar los mecanismos necesarios para construir un comportamiento seguro desde etapas tempranas, la sociedad en general seguirá sufriendo los funestos efectos de los accidentes, tanto fatales como incapacitantes. A los cientos de miles de familias y personas afectadas, se suman los millones de soles en pérdidas e impacto negativo en el Producto Bruto Interno. En otras palabras, lo que se gana con el esfuerzo diario, se pierde por falta de visión.
El Perú tiene expertos, empresas e instituciones públicas y privadas del sector minero con experiencia acumulada que –bien aprovechadas- podrían favorecer una mejora en la cultura de seguridad fuera de los ámbitos de la producción y el trabajo. Ellos podrían ser parte de la necesaria confluencia de esfuerzos para dar un salto en la seguridad a nivel nacional y no únicamente como exigencia en el trabajo.
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