[Por: Edison Celis.] Sin pensar un día me accidenté. No fue mientras trabajaba, ¡fue mientras jugaba fulbito! La experiencia ha sido particular y enriquecedora, porque todo lo que ocurre en mi vida me trae aprendizaje, todas las cosas me ayudan para bien. Este es el aprendizaje que ahora quiero compartir.
Aprendí que las personas sienten pena y hasta lástima cuando se sufre un accidente. Con una pierna enyesada y echado sobre mi cama, recibía algunos mensajes que se repetían de muchas formas en el facebook, en el chat, por correo, por teléfono: ¡qué piña!, ¡uy ingeniero, usted sí que metió la pata!, eso te pasa por querer hacer cosa de jóvenes, el deporte hace daño, en casa de herrero cuchillo de palo, etc.
Algunas personas corren a visitarte, las que son tus amigos. Otras, te envían saludos a la distancia porque andan muy ocupados en sus cosas, ahora confirmé que ellos son solo conocidos. Es un momento para ver dónde está cada quien en tu vida.
Lejos de todos, en mi soledad, pues no podía caminar, pensaba muchas veces en lo que un accidentado de mi trabajo sentiría. Era lo mismo…
Sientes soledad porque todo el mundo está en sus quehaceres y tú nada más que en cama. Tenía ganas de dormir con frecuencia, para ver si este «sueño» pasaba ya.
Sientes la pena de muchos y el desinterés de otros pocos. Recuerdo que mientras hacía cola para pagar en el banco, la gente me miraba indiferente, me lanzaba el mensaje: «tu lesión no es mi asunto, tengo muchas cosas que hacer», no había preferencia.
Una vez mi esposa me dijo que, mientras buscaba donde cuadrar el carro, nos estacionáramos en zona preferencial, esa zona donde está la imagen de una persona en silla de ruedas. Me incomodé y le dije que yo no era un minusválido.
En otras ocasiones, la gente era muy atenta, demasiado atenta. Me sentía inútil y me esforzaba por hacer las cosas por mí mismo, con tal de no molestar a nadie. Sí, molestar, esa es la palabra apropiada para calificar cómo una lesión incapacitante afecta la vida de los que te rodean. Molesta, interrumpe, cambia, carga…
Un accidentado es una carga para la familia. Nada es igual, todo cambia, la vida de tu esposa, tus hijos, amigos. Todo cambia. Ya no puedes jugar con tus hijos, caminar, disfrutar la naturaleza. Para todo necesitas ayuda, pues interrumpes la vida de los demás con tus pedidos y reiterados favores. Llega un momento en que los demás se cansan.
Sentado o echado, eran las dos posiciones de las que me aburrí y me harté hasta que me dolía la espalda o el trasero.
Cansa accidentarse, cansa mucho, cansa a los demás y también cansa a uno mismo. La paciencia se acaba cuando estás sujeto a otros o cuando otros están sujetos a ti. Sin querer surgen frases como «nos malograste el fin de semana».
Una persona con una pierna enyesada no es la misma. ¡Claro que no es la misma!, lo sé, lo sabía, pero no lo había sentido en carne propia, no lo había sentido con el corazón; sólo lo había entendido con la razón. El que está sano no lo entiende porque no lo siente. Para entender hay que sentir, eso es lo difícil si no estás conectado con la realidad del que sufre.
Planes trazados y quebrados, vacaciones pagadas y postergadas, fiestas sentado sin bailar, paseos mirando sin compartir, días, semanas, meses y en algunos casos años… Alguna vez sentado en la silla de ruedas pasó por mi lado un amigo, un vecino, sin darse cuenta que yo estaba ahí. Luego de reflexionar al respecto descubrí que la gente no se da cuenta de quien está en silla de ruedas, la gente no mira hacia abajo, porque el nivel de la mirada normal es más alto. Es normal que no se den cuenta de mí, me dije.
También se preocupan porque pronto te recuperes, para que todo vuelva a la normalidad. Te cuidan, te atienden, te sirven, te ayudan, ya te sientes inútil cuando te hacen todo. Y es porque lo que estaba en equilibrio se alteró, se desequilibró.
Dos caras de la moneda, lo que no agrada y lo que sí agrada, todo se trastoca y uno desea que ya pase el tiempo, que todo termine y vuelva a ser lo mismo como antes del accidente. NO se puede, nada será igual después del accidente, nada, ni en la cama ni fuera de ella tampoco es igual…
Lo mejor de todo, para mí, es que pronto dejaré el yeso y empezaré mi rehabilitación para que mi vida vuelva a la normalidad. Para otros que no tienen yeso, sino una pierna menos, un brazo menos o algo menos, su vida no volverá a ser la misma de antes, su vida es otra vida, una vida sin algo que tuvo, o quizás una vida que ya no será jamás…
Gracias Dios por la vida, gracias porque aún tengo todo y no me falta nada, gracias por aquellos que aún viven, ayúdalos a cuidarse y a cuidar a otros. Nosotros, los hombres de seguridad que alguna vez se accidentaron y también los que no, tenemos pasión por salvar vidas, ayúdanos a hacer nuestro trabajo con pasión y bondad.
Autor | Autor: Edison Celis. Coach de liderazgo. Gerente de Seguridad y salud ocupacional – RETAMAS. |
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