El COVID-19 ha hecho que las industrias adopten nuevas medidas de bioseguridad para evitar el aumento de la tasa de contagios, además de evaluar la dieta de los empleados para mejorar el sistema inmunológico.
Una de esas recomendaciones alimentarias en tiempos de pandemia es el zinc, un oligoelemento esencial que juega un papel activo en la función de más de 300 enzimas y hormonas. Actualmente, se están llevando a cabo múltiples ensayos clínicos que analizan la eficacia del zinc para tratar las infecciones por COVID-19.
Hay que tener en cuenta, además, que la deficiencia de zinc causa pérdidas significativas en la producción y calidad de los cultivos, así como también reduce el crecimiento y las tasas de conversión de alimentos en el ganado. «Como resultado, el acceso a fertilizantes de zinc y suplementos alimenticios es fundamental para la seguridad alimentaria y nutricional», advierte la International Zinc Association.
No hay que olvidar que la producción de artículos sanitarios como desfibriladores, inhaladores, suministros de oxígeno portátiles, unidades de ionización, entre varios otros, requieren del zinc y más ahora que la producción está a la alza por la emergencia sanitaria.
«El zinc también es un componente crítico para proteger las estructuras de acero que sirven a la infraestructura del transporte, la energía y el agua pública contra la corrosión. Por lo tanto, las operaciones de producción de zinc son necesarias para garantizar el suministro continuo de este metal esencial para estas cadenas de valor críticas y que salvan vidas en varios sectores», añade la asociación.
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