El monóxido de carbono es un gas compuesto de carbono y oxígeno (CO) que, generalmente, se forma como un producto de la combustión incompleta de un material carbonoso (orgánico). El gas es inflamable, no irritante, incoloro, insípido e inodoro.
Toxicidad
El monóxido de carbono es tóxico, y actúa principalmente al ser inhalado y se clasifica como un asfixiante químico. Al ser inhalado, el monóxido de carbono se combina reversiblemente con la hemoglobina que hay disponible en la sangre. Normalmente, el oxígeno se combina con la hemoglobina y, seguidamente, es transportado a los tejidos del cuerpo para la oxigenación celular. La presencia de monóxido de carbono, sin embargo, produce una interferencia a este transporte normal de oxígeno, debido a que la hemoglobina tiene una afinidad por este gas que es, aproximadamente, de 200 a 300 veces mayor que por el oxígeno. Por consiguiente, cualquiera que sea la cantidad de monóxido de carbono, la hemoglobina se combinará con éste antes de hacerlo con el oxígeno. Esto da por resultado una falta de oxígeno a los tejidos.
La combinación del monóxido de carbono y la hemoglobina da lugar a la formación de lo que se conoce como carboxihemoglobina. Los efectos del monóxido de carbono están relacionados con el porcentaje de carboxihemoglobina que hay en la sangre.
Los efectos del monóxido de carbono se caracterizan tanto por ser crónicos como agudos. Los efectos agudos se producen por exposiciones cortas, generalmente de una hora o menos a altas concentraciones, usualmente mayores de 400 partes de monóxido de carbono por un millón de partes de aire (400 ppm). Por lo general, una exposición de 500 a 1,000 ppm da por resultado una serie de síntomas que se incrementan gradualmente como consecuencia de una falta de oxígeno en los tejidos. La respiración aumenta y se producen dolores den cabeza, náuseas, confusiones mentales y posiblemente alucinaciones. Al principio el individuo se pone pálido, aunque pronto puede adquirir una coloración del rojo cereza, especialmente en los labios y en los lóbulos de las orejas. Aproximadamente 3,000 ppm producirán una inconsciencia y peligro de muerte en unos 30 minutos. La inconsciencia y falta progresiva de oxígeno dará por resultado un daño a los tejidos, especialmente a los del cerebro. Una exposición a 10,000 ppm o más dará por resultado una inconsciencia inmediata y muerte en varios minutos o menos. El grave peligro que encierra una exposición aguda al monóxido de carbono radica en que no hay advertencia alguna, como olor y, en el caso de una exposición a una concentración muy alta, existen pocos síntomas iniciales antes de la inconsciencia o la muerte.
Los efectos crónicos del monóxido de carbono son el resultado de una exposición prolongada a concentraciones algo más bajas pero significativas. Una exposición a menos de 400 ppm es considerada generalmente como crónico. Inicialmente los efectos crónicos son similares a los efectos agudos: dolor de cabeza, náusea y mareos. Sin embargo, los efectos perjudiciales permanentes, por ejemplo, el daño a los tejidos y finalmente la muerte, asociados con una exposición aguda no se presentan comúnmente en una exposición crónica. En una exposición crónica la mayoría del monóxido de carbono se elimina de la sangre en ocho a diez horas después de finalizada la exposición. El grado de envenenamiento con monóxido de carbono depende no solamente de la concentración y tiempo de la exposición, sino también del grado de la actividad individual, del ritmo respiratorio, del estado de salud y de los hábitos de fumar. Los individuos que padecen de problemas cardiovasculares y respiratorios son mucho más susceptibles a los efectos adversos a concentraciones más bajas que los individuos que gozan de buena salud. Además, las personas muy fumadoras tendrán un elevado nivel de carboxihemoglobina antes de la exposición y pueden experimentar efectos adversos a concentraciones más bajas de lo normal.
Primeros auxilios
Una persona que sufre los efectos del monóxido de carbono debe ser retirada inmediatamente del área contaminada y ser trasladada a un lugar bien ventilado donde se la mantendrá cómodamente abrigada.
Si ha dejado de respirar, la respiración es débil o la víctima respira con espasmos, será necesario administrarle respiración artificial hasta que se haya restablecido la respiración normal. Independientemente de la aparente gravedad de la exposición deberá administrarse oxígeno tan pronto como sea posible una vez que la respiración se ha estabilizado. Es preferible el oxígeno puro, aunque si se usa una mezcla de anhídrido carbónico/oxígeno, ésta deberá ser administrada solamente por personal idóneo. El oxígeno que contiene del 7 al 10% de anhídrido carbónico actúa como un potente estimulante respiratorio y cardíaco, provocando una respiración profunda y la rápida ventilación de los pulmones. Tal mezcla es más efectiva para eliminar el monóxido de carbono que el oxígeno puro.
Es extremadamente importante conservar el calor en el paciente y alejarlo de corrientes de aire. Para conservar la temperatura del cuerpo pueden usarse mantas. Las fuentes de calor que pueden parecer bastante frescas a la persona que la está aplicando puede producir graves quemaduras y ampollas en una persona inconsciente.
La víctima deberá ser recostada y se le dirá que descanse, a fin de evitar que su corazón se fatigue excesivamente. Como ayuda para la circulación su cuerpo deberá estar inclinado cabeza abajo en un leve ángulo. Deberá ser tratado como un convaleciente y dársele suficiente tiempo para descansar y recuperarse.
Los efectos posteriores del envenenamiento con CO deberán ser tratados sintomáticamente por un médico. Podrán ser lo suficientemente graves como para justificar la hospitalización.
El tratamiento de un envenenamiento agudo con CO se basa en dos principios: restablecimiento de la respiración mediante respiración artificial o equipos de resucitación y la aceleración y eliminación del CO de la hemoglobina mediante la inhalación de oxígeno.
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