La minería moderna opera bajo el escrutinio permanente de comunidades, reguladores e inversionistas globales. En ese escenario, un incidente minero puede escalar en cuestión de minutos y, si la comunicación falla, multiplicar su impacto más allá del frente operativo.
Durante su exposición en el XI Encuentro de Seguridad y Salud Ocupacional para Estudiantes Universitarios, el periodista y bombero Lewis Ricardo Mejía Prada —vocero en emergencias emblemáticas como el sismo de Pisco (2007) y el incendio del edificio Nicolini (2017)— enfatizó que la gestión de crisis no solo se libra con mangueras y equipos de rescate; también con información precisa que corte de raíz la especulación.
1. El SCI y el lugar crítico de la información pública
El Sistema de Comando de Incidentes (SCI) —adaptado por la minería peruana de los protocolos estadounidenses— integra ocho funciones: mando, seguridad, enlace, planificación, operaciones, logística, finanzas y, de forma transversal, información pública. Colocar al OIP junto al mando garantiza que cada decisión operativa cuente con un relato claro y oportuno. En un derrame de relaves o en un incendio subterráneo, el silencio institucional se convierte en combustible para la rumorología; de ahí la necesidad de que la vocería forme parte del «primer anillo» de respuesta.
2. Competencias que exige el rol
Mejía describió al OIP como un profesional híbrido: combina comprensión técnica de procesos de minado, ventilación, transporte o cianuración con destrezas avanzadas de comunicación bajo presión. Debe redactar boletines rigurosos, ofrecer entrevistas serenas aunque suenen alarmas de fondo y manejar información sensible con ética. Además, cultiva relaciones proactivas con radios rurales, fan pages y corresponsales que a menudo son la primera fuente para la prensa nacional. Cuando la empresa carece de un comunicador de planta, un ingeniero minero con formación en media training puede asumir la función, siempre respaldado por un equipo de relaciones públicas corporativas.
3. Estrategia en tres tiempos: antes, durante y después
La efectividad del OIP se forja en «tiempo de paz». Primero, lidera la elaboración de un mapa de riesgos reputacionales alineado con los riesgos operativos. Segundo, mantiene actualizado un plan de crisis con mensajes clave en español y quechua, portavoces alternos y procedimientos de aprobación exprés. Tercero, dirige un monitoreo 24/7 de redes y prensa regional mediante herramientas de análisis semántico, lo que permite desactivar bulos antes de que arraiguen.
Cuando el incidente estalla, el OIP concentra la información confirmada y emite un primer parte —idealmente en menos de 60 minutos— que cubra las cinco W periodísticas: qué ocurrió, quiénes están involucrados, cómo se desencadenó, dónde se ubica y cuándo se produjo. Los datos se actualizan en ventanas regulares, señalando siempre que la investigación continúa. Tras el control de la emergencia, coordina la auditoría post-mortem, publica la cronología, detalla acciones de remediación ambiental y social, y fija plazos verificables. Esa transparencia fortalece la licencia social para operar y mitiga impactos bursátiles.
4. Beneficios tangibles para empresa y sociedad
Un OIP profesional reduce la exposición legal —al demostrar diligencia comunicacional—, estabiliza la cotización bursátil y blinda la reputación corporativa, un activo tan valioso como el mineral extraído. Para la comunidad, su labor significa acceso a información verificada que facilita evacuaciones, previene pánico y respalda la confianza en la operación. Mejía recordó que, durante el sismo de Pisco, la difusión oportuna de datos sobre rutas seguras y puntos de atención médica aceleró el despliegue de ayuda y disminuyó el riesgo de saqueos.
5. Cinco recomendaciones prácticas
- Simulacros integrados: entrenar al OIP junto con brigadas de seguridad para afinar tiempos de aprobación y entrega de mensajes.
- Kits de vocería: preparar plantillas de comunicados, listas de preguntas frecuentes y contactos clave de medios.
- Biblioteca visual: disponer de infografías sobre procesos mineros para ilustrar boletines y evitar confusiones técnicas.
- Escucha comunitaria: crear canales directos (WhatsApp Business o radios locales) para que los vecinos reporten anomalías.
- Evaluación post-crisis: medir cobertura mediática, analizar errores y actualizar protocolos en menos de 30 días.
El mensaje central de Lewis Ricardo Mejía Prada es contundente: la minería del siglo XXI se evalúa no solo por toneladas ni por índices de cero accidentes, sino por la claridad con que explica lo que hace cuando las cosas se complican. Invertir en un OIP empoderado, entrenado y respaldado es tan prioritario como mantener los extintores presurizados o monitorear la estabilidad de un talud. Porque, en un socavón o un tajo abierto, el silencio también puede afectar, y la verdad —comunicada a tiempo— salva vidas, reputación y futuro.
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