Colombia. Bomberos y la Defensa Civil de la mencionada población, llegaron al sitio para atender la emergencia y poder rescatar con vida a quienes se encuentran bajo el alud. Con seis retroexcavadoras, socorristas intentan llegar hasta donde están sepultados más mineros. Alud en mina ilegal de oro en Santander de Quilichao deja tres personas muertas y 20 desaparecidos.
«Estábamos barequeando cuando oímos un estruendo. Salimos a correr, pero no había nada qué hacer fue algo súbito, que no dio tiempo de nada. Todas las paredes se iban cerrando, fue algo impresionante», recuerda José Freddy Carabalí, de las imágenes cuando en medio de la penumbra la tierra parecía tragarse todo entre las montañas de San Antonio, una vereda a escasos 20 minutos de la cabecera de Santander de Quilichao, donde decenas de familias esperan noticias de los suyos tras el derrumbe registrado en una mina a cielo abierto, que dejó tres personas muertas, cinco heridos y unas 16 o 20 personas desaparecidas.
Todavía aturdido de saber que una veintena de sus ‘colegas’ están bajo la tierra que por meses han escarbado en busca de oro, el hombre relata la angustia que lo invadió cuando, poco más de las 11:30 de la noche del miércoles, entre tinieblas soltó la pala con la que cada busca el metal en la ribera del río Quinamayó para buscar a su hermano Francky y a su sobrino Andrés.
«Creo que hay más de 20 personas enterradas en la peña que se hace con tierra que se va afirmando después de que pasan las retro. No se sabe a ciencia cierta cuántos son. Aunque de noche somos menos, es mucha la gente que viene para trabajar más tranquilo», dice Carabalí, que ayudó al rescate de uno de los heridos y de dos cuerpos.
«Sentí dolor por la señora que murió. Estaba muy joven», se lamenta el hombre de tez negra, mientras se confunde entre miles de personas que el jueves, con el claro del día, empezaron a ocupar las montañas que parecían balcones desde donde se podía ver el trabajo azaroso de los socorristas y unas seis máquinas en busca de las víctimas entre unos 3.500 cúbicos de tierra y piedras, que se calcula cayeron sobre los mineros.
El panorama es desértico a lo largo de cuatro kilómetros en la ribera del río Quinamayó, donde hay unas cinco minas ilegales a cielo abierto. En ese lugar se congregan a diario unas 6.000 personas provenientes de diferentes zonas del Cauca, Valle, el Pacífico y hasta Antioquia.
El alcalde de Santander de Quilichao, Luis Eduardo Grijalba, dice que desde el 25 de febrero pasado, cuando se ordenó el decomiso de las máquinas en ese sector no ha tenido paz. Un ataque de los mineros interrumpió la orden y llegaron las amenazas. «En varias oportunidades se denunció ante la Personería el daño social que se causaba en la zona, pero nadie atendió. Esto no es nuevo. Hay gente que hace un año ya ha quedado enterrada y aún hoy sus familias esperan que aparezca algún rastro de sus familiares”, dijo el mandatario.
«El desempleo nos obliga a venir, a uno nadie lo convence. Créalo que toda la gente que hay aquí está es por sus familias”, comenta un poco confundida Gisella, madre de tres hijos, a quien el cansancio le impidió cumplir con su primer día de trabajo en la zona. Pero Yuri sí partió esperanzada en los relatos de que en el sector de ‘Agualimpia’ se pueden sacar hasta 100.000 pesos en medio día.
Entre el intenso sol y la incansable búsqueda, a cargo de los 80 cuerpos de socorro, y entre los murmullos de la gente y el ruido de las retroexcavadoras se señala como responsable de la tragedia, las bandas criminales.
“La ilegalidad se ha apoderado de Santander de Quilichao, incluso hay policías que viven del soborno de los grupos armados ilegales a los que les permiten el traslado de las máquinas; esto no es solo de 20 muertos, aquí hay ilegalidad y corrupción”, asegura Jaime Soto, un ambientalista de la región.
En esta zona del Cauca, el desempleo es total, un 80 por ciento de la población vive de la minería ilegal, el resto depende económicamente de los que trabajan como ‘barequeros’ (buscadores de oro artesanales). Desafortunadamente, la necesidad de los habitantes contrasta con el daño ambiental que se ha apoderado de la zona, convirtiéndola en un terreno baldío, sin brillo.
En medio de la dolorosa tarea de rescate en otros sectores se ve a personas que continúan con el barequeo sin inmutarse. María Inés Velasco espera que el rescate de las víctimas, que adelantaban los organismos de socorro a más de 20 metros profundidad, sea rápido para ella volver por el oro.
“Le solicito al señor Presidente que se ponga la mano en el corazón porque aquí hay una escasez de trabajo muy grave. Esta es nuestra única fuente de ingreso, lo que a mí me permite mantener a mi hijo, no pueden ser tan egoístas de negarnos el derecho al trabajo”, dice la mujer, quien desde hace seis meses se traslada desde Piendamó para barequear y ganarse un jornal de 50.000 pesos.
Fuente: El Tiempo
Fotos de Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
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