La minería peruana mantiene un doble rostro: motor económico del país y una de las actividades con mayor nivel de riesgo para la vida humana. Por esa razón, el XI Encuentro de Seguridad y Salud Ocupacional para Estudiantes Universitarios del Instituto de Seguridad Minera (ISEM) se centró en un eje tan delicado como decisivo: la evacuación y el rescate en situaciones de emergencia.
Cuatro conferencias, impartidas por expertos de vasta trayectoria, ofrecieron un panorama integral que abarcó desde la preparación operativa de las brigadas subterráneas hasta el papel del oficial de información pública y las soluciones tecnológicas que ya están cambiando la forma de responder a los incidentes.
Columna vertebral
El ingeniero James Fred Silva Risueño, consultor en seguridad minera, abrió el ciclo con un recordatorio contundente: en un socavón no hay espacio para la improvisación. Una emergencia —derrumbes, incendios, explosiones o liberación de gases tóxicos— exige decisiones inmediatas, rutas de evacuación claras y brigadas que conozcan cada centímetro del laberinto subterráneo.
Silva Risueño estructuró la respuesta operativa en tres fases: evacuación controlada del personal, localización de atrapados y rescate y recuperación. Cada etapa demanda señalización visible, monitoreo ambiental, sistemas de alarma confiables y equipos humanos capaces de actuar con disciplina militar bajo presión.
Los simulacros periódicos permiten validar tiempos de respuesta y ajustar protocolos. “Un plan de rescate no es un mero requisito legal; es parte esencial del sistema de gestión de seguridad”, subrayó el especialista, insistiendo en que la mejor inversión sigue siendo la prevención sistemática de riesgos.
Cuando el tiempo es vida
Si la mina está en lo alto de los Andes o a centenares de kilómetros de un hospital de referencia, cada minuto cuenta. Enrique Manuel Saavedra Smith, gerente del Servicio de Atención de Rescate y Contingencias (SARC) de la SNMPE, profundizó en la evacuación aeromédica como eslabón crítico tras la fase de rescate y estabilización inicial.
Helicópteros equipados con camillas de soporte vital, tripulación médica entrenada en medicina aeroespacial y coordinación milimétrica con los hospitales receptores son la tríada que hace viable este traslado de alta complejidad.
Los desafíos son evidentes: costos elevados, regulación aeronáutica estricta y meteorología cambiante. Sin embargo, para Saavedra Smith el valor intangible de proteger la vida y la reputación corporativa supera cualquier cifra presupuestaria. “En muchos casos es la única opción viable”, recalcó, llamando a incorporar estos servicios como componente estructural de los protocolos de seguridad.
Barreras duras y datos inteligentes
Para que la evacuación sea el último recurso y no la única salida, la prevención debe apoyarse en soluciones tecnológicas que reduzcan la exposición de los trabajadores a la “línea de fuego”. Así lo argumentó el ingeniero Fernando Altamirano Escobar, quien presentó un abanico de innovaciones divididas en tres grandes áreas: seguridad y salud ocupacional, monitoreo de vehículos y herramientas para emergencias.
Sistemas de izaje al vacío eliminan la necesidad de operarios en el piso al manipular cargas pesadas; tableros eléctricos con bloqueo electrónico vía RFID garantizan que solo personal autorizado active equipos; drones inspeccionan tolvas y palas sin que un técnico trepe a zonas elevadas. La digitalización de checklists mediante códigos QR y la analítica de datos transforman información dispersa en decisiones preventivas.
En transporte, cámaras de fatiga, sistemas anti-colisión e inteligencia artificial que detecta peatones refuerzan la cultura “cero accidentes”. Para la respuesta ante incendios, sensores remotos y dashboards en tiempo real permiten actuar antes de que el humo sea visible. “No son solo herramientas, son barreras duras que salvan vidas”, concluyó Altamirano.
Información precisa en tiempo real
Ninguna estrategia de rescate está completa sin una comunicación transparente que corte de raíz la especulación. El periodista y bombero Lewis Ricardo Mejía Prada, voz autorizada en emergencias como el sismo de Pisco 2007, explicó por qué el Oficial de Información Pública (OIP) debe situarse junto al mando en el Sistema de Comando de Incidentes.
Su tarea va más allá de redactar boletines: implica dominar procesos mineros, manejar datos sensibles con ética y mantener canales directos —en español y quechua— con radios locales y redes sociales.
La estrategia comunicacional se despliega en tres tiempos: antes (mapa de riesgos reputacionales, plan de crisis y monitoreo 24/7), durante (primer parte informativo en menos de 60 minutos y actualizaciones regulares) y después (cronología, remediación y auditoría mediática). Invertir en un OIP profesional reduce la exposición legal y estabiliza la licencia social para operar.
5 mensajes clave del encuentro
- Preparación continua: El entrenamiento integral —tanto operativo como comunicacional— es el único antídoto contra la improvisación.
- Tecnología con propósito: Drones, sensores y analítica de datos solo tienen sentido si se alinean con el objetivo de mantener a las personas fuera de la zona de riesgo.
- Cadena de tiempo crítica: Desde la primera alarma hasta el ingreso al quirófano, cada minuto salvo es un indicador de gestión.
- Cultura de transparencia: El silencio institucional puede agravar la crisis tanto como una falla técnica.
- Prevención como estrategia de negocio: Proteger la vida no es un gasto: es la base de la sostenibilidad y la reputación corporativa.
El XI Encuentro SSO para universitarios del ISEM recordó al futuro talento minero que la seguridad no se limita a cumplir normas, sino a interiorizar una cultura de anticipación y respuesta coordinada.
Las minas del siglo XXI operan en condiciones extremas y bajo escrutinio permanente; por ello, integrar tecnología, protocolos de rescate especializados, logística aeromédica y comunicación estratégica no es un lujo, sino una obligación.
En palabras de los conferencistas, actuar rápido y bien puede significar todo. Y cuando la alarma suena en el fondo del socavón, el trabajo bien hecho —antes, durante y después— es el único garante de que cada trabajador vuelva a casa sano y salvo.
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