La seguridad en minería subterránea requiere no solo una planificación rigurosa, sino también una respuesta operativa precisa cuando ocurren emergencias. Durante el XI Encuentro de Seguridad y Salud Ocupacional para Estudiantes Universitarios, el ingeniero James Fred Silva Risueño, especialista en gestión de emergencias y consultor en seguridad minera, ofreció una conferencia clave sobre los protocolos de evacuación y rescate en situaciones críticas.
Su presentación abordó aspectos técnicos, organizacionales y normativos vinculados a las operaciones de rescate en minería, con especial énfasis en el contexto peruano y las exigencias particulares de las minas subterráneas.
Una emergencia minera se define como cualquier evento imprevisto que pone en riesgo la integridad física de los trabajadores y compromete la continuidad operativa. Estas situaciones pueden ser provocadas por derrumbes, explosiones, incendios, inundaciones, liberación de gases tóxicos o fallas en los sistemas de ventilación.
El principal desafío en estos escenarios es la inmediatez con la que deben tomarse decisiones. La complejidad de las instalaciones, la escasa visibilidad, el colapso de vías de acceso o la interrupción de las comunicaciones internas dificultan tanto la evacuación como el ingreso seguro de brigadas de rescate. Por eso, según Silva Risueño, el éxito en la atención de las emergencias subterráneas depende en gran medida de la planificación anticipada y el entrenamiento continuo.
Tres fases operativas en un rescate minero
La estrategia de respuesta ante emergencias en minería se estructura en tres fases operativas que deben ejecutarse con coordinación y disciplina:
- Evacuación controlada del personal: consiste en retirar a los trabajadores que se encuentran en zonas comprometidas, siguiendo rutas de evacuación preestablecidas y utilizando puntos de reunión previamente definidos. La señalización clara, el monitoreo ambiental y los sistemas de alarma son elementos esenciales en esta fase.
- Localización de personas atrapadas: Una vez evacuado el personal que puede movilizarse, se inicia el proceso de búsqueda de personas que hayan quedado atrapadas. Se emplean sensores, equipos de comunicación y planos estructurales de la mina para identificar sus ubicaciones.
- Rescate y recuperación: Esta etapa implica liberar a las personas atrapadas, brindarles asistencia médica inmediata y transportarlas de manera segura. La extracción puede requerir herramientas especiales, técnicas de apuntalamiento, corte de estructuras o ventilación forzada.
Silva Risueño recalcó que una brigada de rescate eficaz necesita un entrenamiento permanente. Estas unidades deben dominar técnicas de primeros auxilios, rescate vertical, evaluación estructural, control de incendios subterráneos y manejo de equipos autónomos de respiración. Además, deben estar familiarizadas con el Reglamento de Seguridad y Salud Ocupacional en minería aprobado por el Ministerio de Energía y Minas del Perú.
Otro elemento crucial es la realización periódica de simulacros. Estas prácticas permiten validar tiempos de respuesta, verificar la funcionalidad del equipo, corregir deficiencias y fortalecer la coordinación entre los distintos niveles de mando.
Prevención: la mejor inversión
Una de las conclusiones más contundentes de la conferencia fue que ninguna operación de rescate sustituye a una adecuada prevención. Invertir en seguridad desde el diseño de la mina, capacitar al personal en identificación de riesgos, asegurar el mantenimiento preventivo de los sistemas críticos y promover una cultura de alerta constante son acciones que reducen significativamente la probabilidad de accidentes.
Silva Risueño destacó que los planes de rescate no deben considerarse como un simple requisito legal y deben integrarse como parte del sistema de gestión de seguridad. Cambiar esta visión resulta urgente para una industria que opera en condiciones exigentes y en contextos geológicos de alta variabilidad.
El rescate minero no es una improvisación, sino una operación especializada que exige preparación técnica, protocolos claros y equipos humanos altamente entrenados. Las empresas deben entender que proteger la vida de sus trabajadores no solo es una responsabilidad ética, sino también una condición indispensable para la sostenibilidad de sus operaciones.
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