La primera mención del pararrayos tradicional fue publicada por Benjamin Franklin en 1750 en Gentleman’s Magasine [sic] y luego en sus tratados sobre el tema publicados en 1751. En esta recomienda el uso de pararrayos para «…asegurar casas, etc. de relámpagos», refieren los especialistas de la firma nVent ERICO.
En 1876, la investigación de Franklin fue llevada más lejos por James Clerk Maxwell, quien sugirió que al encerrar completamente un edificio con revestimiento metálico, la corriente del rayo se limitaría al exterior del edificio y ninguna corriente fluiría dentro del edificio mismo. Este concepto ha dado lugar a un enfoque relativamente más rentable conocido como la jaula de Faraday (método de malla), en el que se utiliza una matriz de conductores para formar una jaula equipotencial alrededor de la estructura a proteger.
En su libro técnico sobre el tema, nVent ERICO explica que el sistema de protección contra rayos generalmente se considera en dos partes. El sistema externo de protección contra rayos intercepta, conduce y disipa el rayo a tierra. El sistema interno de protección contra rayos evita la formación de chispas peligrosas dentro de la estructura (mediante conexión equipotencial o distancia de separación).
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