[Editorial] A lo largo de los últimos años, en múltiples ocasiones hemos podido comprobar que un rasgo común entre las empresas exitosas en la gestión de la seguridad y salud ocupacional es el liderazgo. Son organizaciones donde sus integrantes se empeñan voluntariamente en el logro de los objetivos, como diría John Kotter, profesor de la Harvard Business School.
En las organizaciones orientadas a la construcción de una cultura de seguridad interdependiente, podemos ver a la alta gerencia en el campo, buscando influenciar a la supervisión y a los trabajadores, escuchando y haciéndose escuchar. Cuanto más grande la compañía, el liderazgo visible de la alta dirección se hace más complejo y requiere una fuerte dosis de creatividad para que se replique en las diversas instancias operativas.
El papel del liderazgo y compromiso de la alta gerencia es crucial. Por ello, los reglamentos de seguridad y salud ocupacional de la minería peruana de los últimos años le han dedicado un capítulo aparte. La norma vigente le pide expresamente “involucrarse personalmente y motivar a los trabajadores”, pero también predicar con el ejemplo y promover la participación.
La legislación es clara en el liderazgo de la gerencia; sin embargo, es indispensable desarrollar esa actitud en el nivel de la supervisión y en los grupos de trabajo, tanto en miembros de la empresa titular, como en contratistas y de actividades conexas.
El desarrollo del Programa de Supervisores para las diferentes unidades mineras de Volcan Compañía Minera, a cargo del Instituto de Seguridad Minera-ISEM, es un claro ejemplo de cómo puede desarrollarse el liderazgo de la supervisión. Los resultados –expresados en los indicadores– son alentadores. Creemos que es un momento crucial para extenderlo a todas las minas del país.
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