En las profundidades mineras, varios gases peligrosos se acumulan de forma natural o como resultado de las operaciones extractivas. El metano, conocido en la industria como «grisú», encabeza esta lista letal. Este gas incoloro e inodoro se libera naturalmente de las formaciones geológicas que contienen carbón y forma mezclas explosivas con el aire cuando su concentración alcanza entre el 5% y 15% del volumen total.
«El metano es un gas inflamable que se libera naturalmente de las formaciones geológicas que contienen carbón. Mientras el carbón esté en su yacencia natural, sin modificaciones por la actividad humana, emite ese gas metano pero a una tasa que normalmente se encuentra equilibrada con el entorno», explican los especialistas de la Academia Argentina de Ciencias. El problema surge cuando las operaciones mineras rompen este equilibrio natural.
Otros gases igualmente peligrosos acechan en las minas. El hidrógeno resulta explosivo incluso en bajas concentraciones del 4% al 75%, El sulfuro de hidrógeno, además de ser tóxico, presenta límites de explosividad del 4.3% al 46%. Por su parte, el monóxido de carbono, generado por la combustión incompleta de maquinaria diésel y explosiones, puede formar mezclas inflamables entre el 12.5% y 74%.
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