A primera vista, las cifras globales de seguridad industrial lucen alentadoras: en los últimos 30 años, la tasa de lesiones registrables (TRIR) se ha reducido a menos de la mitad. Sin embargo, el dato que realmente duele no cede: los incidentes que dejan a una persona con lesiones permanentes o provocan su muerte —conocidos en la jerga como SIF, Serious Injury and Fatality— han permanecido prácticamente planos y, desde 2012, incluso muestran un ligero repunte. ¿Por qué seguimos enterrando colegas a pesar de invertir millones en programas de seguridad?
Esa paradoja fue el eje del seminario virtual «Cracking the Code of Life-Saving Rules», organizado por la consultora DSS+ y seguido por más de 500 profesionales de América y Europa. Durante casi dos horas, un panel de expertos diseccionó lo que llaman “la brecha SIF” y la responsabilidad que tienen tanto las gerencias como la fuerza de línea en cerrarla de una vez.
¿Más reglas = más seguridad? No necesariamente
La conversación arrancó con un mea culpa. «Cuando todo es crítico, nada lo es», sentenció Don Martin, socio de DSS+ y exdirectivo de DuPont, al narrar el caso de una acería que infló su lista de reglas cardinales de 5 a 30. «Los supervisores eran incapaces de vigilarlo todo y los trabajadores —francamente— dejaron de tomarlas en serio». El profesor Tim Ludwig, de la Appalachian State University, aportó el dato cognitivo: las personas sólo pueden retener alrededor de siete unidades de información a la vez; pasar de ahí invita al «punteo navideño» —llenar checklists sin mirar— y alimenta la complacencia.
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