[Editorial] El paulatino descenso de los accidentes mortales en las operaciones mineras ocurrido durante los últimos años, refleja el proceso de construcción de una nueva cultura de seguridad en las empresas y profesionales del sector. Sin embargo, la tarea sigue siendo titánica y de largo aliento.
No se trata solamente de resolver problemas de ingeniería o de asignar montos de inversión. Debemos recordar que la alta dirección, la supervisión y todos los trabajadores mineros, incluso aquellos que no están a cargo de actividades operativas propiamente dichas, deben ser celosos guardianes del sistema de gestión, de los planes y procedimientos de seguridad y salud ocupacional. La actitud y comportamiento frente a los riesgos son cardinales.
Todos estamos llamados a salvaguardar la vida propia y de los compañeros en todo momento, sean miembros de la empresa titular, las compañías contratistas o conexas. El autocuidado es fundamental en una industria de alto riesgo y que se desenvuelve en los lugares más extremos de nuestro país.
En efecto, el profundo conocimiento de los riesgos de las tareas a realizar es imprescindible para todos los colaboradores, tanto en los que tienen experiencia como en aquellos que recién ingresan al mundo del trabajo minero o han cambiado de puesto o empresa. No está de más recordar que una buena parte de los accidentes en el sector ocurre en personas jóvenes con pocos años de experiencia.
El entrenamiento, la capacitación, las inducciones, las inspecciones, los análisis y las evaluaciones son parte de un sistema de gestión de seguridad y salud ocupacional orientado a proteger al personal, a todos sin excepción. En ese sentido, las actividades desarrolladas por el Instituto de Seguridad Minera-ISEM son un aliado estratégico. No olvidemos que cada vida cuenta, es única y valiosa.
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