El estrés es un mecanismo natural, no se produce porque sí, afirma Hugo Francisco Rostagno, director médico del Servicio Modelo de Medicina del Trabajo, Argentina. Señala que la naturaleza tiene un uso para el estrés y es la forma que tiene el organismo de protegerse. La naturaleza es sabia: nos prepara para luchar o huir. Si el individuo percibe que puede con la amenaza, la enfrenta y lucha. Si percibe que no puede, huye.
El estrés es una defensa natural del organismo que se encuentra en nosotros mismos y que sirve para hacer frente a demandas de experiencias difíciles en nuestra vida diaria. Podemos decir que el estrés es la respuesta del cuerpo a las influencias o exigencias externas o internas.
Eutrés versus distrés
Es inevitable experimentar cierto grado de estrés en la vida y en ocasiones apropiadas resulta benéfico. Es lo que se llama EUTRÉS o estrés normal, que nos permite reaccionar ante situaciones adversas.
No obstante, demasiado estrés es peligroso para la salud en general, ya que se alteran en forma prolongada y perjudicial las funciones de muchos sistemas del organismo. Y es lo que se denomina DISTRÉS.
Tenemos entonces, que el estrés causa ansiedad que en pequeñas cantidades es positivo y saludable porque nos mueve a hacer las cosas bien, pero si cada cosa que nos pasa, nos pone demasiados ansiosos y nerviosos, este estrés pasa a ser negativo y nocivo para nuestra salud.
Tiene gran importancia saber valorar el estrés y darse cuenta de que uno está estresado para poder actuar en consecuencia y tratar de disminuirlo a niveles aceptables.
El estrés tiene diversos significados para distintas personas. Lo que para algunas es “la sal de la vida”, para otras significa un tormento que deben evitar a toda costa. Lo que resulta estresante para alguien, puede resultar placentero para otro. Cada persona tiene su propia respuesta personal ante los diversos agentes estresores a que nos vemos enfrentados en el día.
Recordemos, entonces, que el estrés se produce cuando existe un desequilibrio entre las demandas que uno mismo se exige o que es exigido, y la capacidad real de trabajo o recursos personales para realizarlas.
Mundo globalizado
El término estrés fue introducido en 1936 por Hans Seyle, quien lo observó primero en animales, con las dos reacciones que se producen ante un riesgo determinado: «luchar o huir». Hoy, con los constantes adelantos tecnológicos que ocurren, que a veces no terminamos de asimilarlos cuando ya son obsoletos, el mundo globalizado ha traído consigo grandes paradojas.
A la par de que va en aumento la automatización de muchos procesos, existe también un ritmo frenético de actividad con jornadas laborales que sobrepasan las diez horas diarias y con niveles de tensión que hacen mella en el organismo de los que se consideran más resistentes.
Cuando este cansancio ya lleva varios meses “a cuestas”, se producen cambios a nivel mental y neurobiológico. En ese momento el estrés implica un progresivo agotamiento cuyo avance sigue varias etapas.
Imprescindible descanso
Si bien las etapas no están bien delimitadas, ya que en la realidad ocurre un aumento paulatino del estrés en forma constante, ante la aparición de esos síntomas, la persona debe tomarse inmediatamente un descanso y acudir al médico. Sin la adecuada guía no podrá recuperarse del agotamiento en el que se encuentra.
De no tomarse estas medidas puede ocurrir un colapso, la mente se queda en blanco, el sujeto siente que no es capaz de levantarse de la cama y el fin de semana ya no le es suficiente para recuperarse.
Por eso, es necesario aprovechar las horas de ocio durante el día y el fin de semana, para recrearse, disfrutar y encontrarse consigo mismo, no sólo llegará en mejor estado a trabajar sino que, seguramente, esta energía le durará más y el estrés no le afectará tanto.
Un buen consejo suele ser lo que algunos denominamos “cerrar el día”. Consiste simplemente al final de día de trabajo, repasar mentalmente todo lo que se hizo en el día, tratando de ver que se hizo y que no. Qué faltó realizar y qué podemos dejar para mañana, pero dejar siempre ordenado el lugar de trabajo, escritorio, etc. para que al otro día cuando se inicien las actividades, pueda comenzar un nuevo día en forma más clara, con los problemas de ese día y no partiendo de los que tenía el día anterior. Se aconseja, también, no llevar a su casa los problemas del trabajo, y tampoco al trabajo los problemas de su casa.
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