En una industria mundial donde los accidentes laborales siguen cobrando vidas humanas a pesar de los avances tecnológicos y protocolos de seguridad cada vez más rigurosos, surge una pregunta inquietante: ¿por qué el factor humano continúa siendo el eslabón débil en la cadena de la seguridad minera?
La respuesta podría encontrarse en una disciplina emergente conocida como neuroprevención, según explica la doctora Carmen Luisa Espinosa Muñante, en entrevista exclusiva con la revista Seguridad Minera. Ella es psicóloga y consultora internacional con más de 20 años de experiencia y formación en prestigiosas instituciones como Harvard Business School, Georgetown University y el Imperial College London.
«La neuroprevención es una ciencia que integra la neurociencia, la psicología aplicada y la seguridad basada en el comportamiento», explica Espinosa, quien también es directora ejecutiva de MCE Consultores y fundadora de la Asociación Peruana de Seguridad, Salud y Medio Ambiente. «No se trata solo de atacar el tema de las normas y procedimientos, sino de entender que detrás de cada trabajador hay todo un mundo complejo de redes neuronales que determinan cómo piensa y percibe cada mensaje dentro de la cultura organizacional».
Esta disciplina, que ya se aplica exitosamente en sectores de alto riesgo como la industria aeronáutica en países desarrollados como Australia, Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos, busca trabajar la parte preventiva utilizando los procesos mentales que hay detrás de cada trabajador para entender por qué ocurren los errores que pueden resultar fatales.
Factor humano: más complejo de lo imaginado
Uno de los hallazgos más preocupantes que revela la especialista es el fenómeno de la «automatización mental» de los trabajadores. «El trabajador entra en una automatización, se convierte como un robot que no piensa y no siente, y eso es grave porque nos deshumaniza», advierte Espinosa.
Este proceso ocurre cuando los empleados repiten las mismas actividades día tras día, haciendo que el cerebro se acostumbre y se convierta en un hábito automático. «Cuando se habitúa a hacer lo mismo, frente a un riesgo actúa automatizado, no actúa previniendo, porque su capacidad de atención y alerta desaparece».
El análisis de Espinosa revela factores particulares que afectan la percepción del riesgo en el contexto peruano. «En nuestro país se está pasando por un nivel de criminalidad alto. El cerebro se acostumbra a recibir ese crimen y lo percibe como normal, reduciendo la percepción del riesgo», explica.
Esta normalización de situaciones peligrosas se traslada al ámbito laboral, donde los trabajadores pueden asumir riesgos reales como si no lo fueran, debido a este condicionamiento cultural externo.
Tecnología al servicio de la prevención
La neuroprevención no se basa únicamente en observación y análisis conductual. Espinosa revela que utilizan dispositivos tecnológicos avanzados que pueden medir la capacidad de concentración de una persona y detectar qué actividades le agradan o desagradan.
«Tenemos aparatos que miden la capacidad de concentración en cuanto a si le agrada o no ciertas actividades. Si a nosotros nos agrada algo, el cerebro se relaja, y este aparato recoge esa información», explica. Esta tecnología, combinada con inteligencia artificial, permite identificar los patrones de rechazo y aceptación de los trabajadores respecto a diferentes aspectos del ambiente laboral.
Uno de los pilares fundamentales de la neuroprevención es la humanización del entrenamiento en seguridad. «La característica principal es humanizar. Humanizar el entrenamiento implica que toda la gente que te va a estar apoyando en capacitar, tiene que desarrollarlo de una forma que le llegue a la persona», enfatiza la especialista.
Esto requiere un cambio paradigmático en la forma tradicional de capacitación, que históricamente ha sido unidireccional y repetitiva. «Más del 90% de las charlas de cinco minutos son repetitivas, las dice una sola persona, es unidireccional, y en ese tiempo no se logra aprovechar realmente lo que se quiere aprovechar», critica Espinosa.
La implementación exitosa de la neuroprevención requiere un cambio fundamental en el liderazgo minero. Los gerentes y superintendentes deben entender que «cada acción, cada decisión, cada palabra, cada acto, cada gesto que ellos realizan, impacta en los trabajadores».
«Los líderes necesitan ahora ser plásticos también de mente, no quedarse conformes con la información que tienen a lo largo de estos años», señala la experta. Esto implica desarrollar un «neuroliderazgo» que considere el impacto neurológico y emocional de las decisiones gerenciales en la cultura de seguridad organizacional.
Implementación práctica: enfoque piloto
Para las empresas interesadas en implementar la neuroprevención, Espinosa recomienda comenzar con programas piloto enfocados en dos variables críticas: el error humano y la fatiga mental.
«Comenzar con un piloto de 30 trabajadores que tienen los más altos índices de problemas relacionados a condiciones o acciones subestándar», propone. Este programa piloto debería durar entre cuatro y seis meses, tiempo necesario para identificar no solo los comportamientos laborales, sino también los factores externos que influyen en el desempeño del trabajador.
Una visión integral
La neuroprevención propone una visión holística que reconoce que la vida del trabajador no se limita a sus horas laborales. «Hacemos que los trabajadores, una vez que se van, no sabemos nada de su vida, pero es importante conocer qué hacen, porque eso le produce también un disfrute o un desgaste», reflexiona Espinosa.
Esta perspectiva integral considera la seguridad como un concepto que abarca todos los aspectos del desarrollo humano del trabajador, no solo su desempeño en el centro laboral.
La neuroprevención representa una evolución natural en el campo de la seguridad industrial, especialmente relevante para una industria de alto riesgo como la minería peruana. Su implementación promete no solo reducir los índices de accidentabilidad, sino transformar la cultura organizacional hacia un enfoque más humano y científicamente fundamentado.
Como concluye la doctora Espinosa: «La seguridad es un acto de vida. Todos desde que nacemos tenemos esa preocupación de supervivencia. El concepto de seguridad es un concepto de sobrevivencia que tenemos que poner en el día a día».
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