[Por: Zurin Díaz] Si eres minero, tienes menor probabilidad de adquirir el coronavirus, y te explicaré el porqué…
Si cada uno de los lectores hiciéramos el ejercicio de visualizar un momento impresionante en nuestra vida, quizá se esboce de manera automática una ligera sonrisa y sintamos la necesidad de inhalar profundamente sin saber bien por qué.
Las fotografías o videos pueden capturar imágenes, pero nuestro cerebro guarda la emotividad que nos impulsó a hacer clic en la cámara, para luego revivirlo y sentir, sentir la brisa de una hermosa playa, el olor de la Capilla Sixtina, la fuerte energía de Machu Picchu o el sabor del café recién hecho en casa, sentir simplemente…
Cuando ingresé por primera vez a trabajar en una mina, me impresionó lo que es capaz de hacer el ser humano por su propia motivación, sea su logro personal, mejorar la calidad de vida de la familia, adquirir experiencia en el sector, y un sinfín de historias interesantes de relatar. Miras a tu alrededor y ves montañas, lagunas, un imponente sol, la imparable lluvia, el granizo caer, rayos cual fuegos artificiales, ves tus zapatos generalmente enlodados, interactúas con personas que coincidieron contigo en un mundo con escasas probabilidades de conocerse, pero allí están, a tu lado.
Sabemos que cada unidad minera tiene una cultura que lo caracteriza, entendiendo que cultura son todas aquellas características que diferencian a un grupo de otro, con sus propios valores, creencias, actitudes y ritos. Probablemente, quien opere una unidad minera sea una empresa canadiense con una ética laboral muy fuerte y un sentido del humor sarcástico; una empresa australiana, personas amigables que gustan de hacer bromas; o quizá sea una empresa china con un sentido del trabajo cooperativo e imparable. Con su particularidad, cada una de las empresas busca influenciar en la cultura local para alcanzar los objetivos estratégicos, una menuda tarea asumida.
En el momento que te entregan los implementos de seguridad, un uniforme, el reglamento interno y te indican que tienes que recibir una inducción antes de iniciar tu labor, no te cuestionas, sólo acatas, quizá porque recuerdas que estuviste buscando ese trabajo, que la vida fuera de aquí está complicada, simplemente te vistes de uniforme con cinta reflectiva, te colocas tus pesados zapatos, tus lentes, tus guantes, tu casco y te levantas temprano, día tras día.
Aprendimos que los equipos de protección pueden aminorar el daño y que, a pesar de la incomodidad de su uso, como me suele pasar con el respirador de media cara reutilizable, en un ambiente en donde se genera polvo inorgánico es imprescindible la correcta utilización si queremos prevenir la neucomoconiosis o fibrosis pulmonar. Incluso, en una capacitación nos mostraron escalofriantes imágenes de pulmones afectados por estas enfermedades, mientras en murmullo escuchaba historias de compañeros que se vieron obligados a dejar su labor ante la presencia de síntomas, dejando -lamentablemente- luego de existir.
El 15 de marzo de 2020 el presidente del Perú, Martín Vizcarra, anunció emergencia nacional para luego decretar el necesario aislamiento social. Paulatinamente, él y sus ministros fueron brindando recomendaciones sobre el uso de agua y jabón para el lavado constante de manos durante 20 segundos como mínimo; la OMS sugería mantener 1.80 cm o 2 metros de distancia frente a otras personas en la calle; los especialistas indicaban en los canales de noticias que en lo posible utilicemos mascarillas descartables de manera moderada para no escasear el producto, pero de preferencia quedarnos en casa para evitar la propagación del COVID-19 #YoMeQuedoEnCasa.
Cinco días después Vizcarra emotivamente nos decía: «Antes era suficiente proteger nuestro núcleo más cercano y ahora no es suficiente. Hay que pensar en la familia de todos los peruanos y si logramos pensar en esa dimensión, vamos a tomar decisiones adecuadas y convenientes para cuidarnos todos». ¿Acaso invocaba Vizcarra a un cuidado interdependiente? ¿Acaso hacía referencia a la curva de Bradley pidiéndonos que no sólo nos cuidemos a nosotros mismos (cultura independiente) acabando con todas las reservas de los mercados locales hasta hacer del nuevo mineral al papel higiénico? Efectivamente, el líder nacional buscaba a través de esta reflexión que los peruanos evolucionemos, desde lo instintivo hacia lo colectivo. Buscaba que los peruanos nos anticipáramos, asumiendo la responsabilidad de la seguridad y la salud pública, que no aceptáramos bajos estándares en esta materia y que trabajemos para que no se produzcan más contagios con el coronavirus.
Para quienes trabajamos en sectores en donde seguir estándares, procedimientos o políticas, no nos resulta complejo usar una mascarilla o lavarnos las manos con frecuencia porque es parte de nuestro estilo de vida en la mina. Ahora somos los líderes de seguridad en nuestro hogar, y este tiene que ser un liderazgo visible frente a nuestra familia, pues perderla es para nosotros inconcebible.
Si estabas convencido que la cultura del país siempre se impondría a la cultura organizacional, esta vez las circunstancias nos obligan a volcar todo lo aprendido en la mina para el bien de nuestro país, pues tu compañero es ahora otro peruano, tu nuevo EPP es una mascarilla descartable, el IPERC que realices será para salir e ingresar a casa después de comprar alimentos o medicina. Esta vez nos cuidamos todos.
Y tranquilo, porque si eres minero, tienes menor probabilidad de adquirir el coronavirus y mejor aún, tienes la oportunidad de proteger a otro peruano.
Zurin Díaz, entrenadora del curso ‘Entrenando al entrenador’ del Instituto de Seguridad Minera (ISEM) es autora del presente artículo De la mina a la casa.
fernando cd dice
Gran mensaje. Cambio de hábitos también en casa. Interiorizar y generar la cultura de seguridad y salud, algo que anhelamos tanto.
Seguridad Minera dice
Gracias por su participación en esta publicación tan importante para estos momentos.