Los líquidos y gases inflamables se han asociado tradicionalmente al peligro de explosión. El riesgo de incendios y explosiones en el manejo de diferentes tipos de polvo es menos intuitivo, aunque es admitido y combatido desde los primeros años del siglo actual. Desde entonces, y a raíz de diferentes accidentes ocurridos, se le ha ido concediendo más importancia al problema. En la actualidad, en el diseño de naves industriales, silos, y almacenes pulverulentos se tienen en cuenta unos requisitos técnicos, tales como situación, dimensionamiento, ventilación, comunicación entre plantas, etc., fruto muchas veces de la experiencia, pero que desgraciadamente, no han impedido que hayan ocurrido y ocurran grandes desastres debido a que, simultáneamente, se alcancen unos valores de temperatura, concentración de polvo, presencia de fuente de ignición, etc., que permiten que la combustión se haga lo suficientemente rápida para convertirse en una explosión.
Lo cierto es que cuando se oye hablar por primera vez de explosiones de polvo, resulta sorprendente pensar que sustancias tan comunes como la harina o el aluminio puedan dar lugar a explosiones de consecuencias desastrosas. Sin embargo, es un hecho demostrado el que materiales combustibles reducidos al tamaño de polvo pueden sufrir una combustión tan rápida que se genera una onda de presión y un frente de llama capaces de destruir a su paso diferentes instalaciones o partes de ellas.
La primera explosión de polvo documentada de la que se tiene noticia ocurrió en 1785 en un molino de harina en Turín. De acuerdo con los conocimientos de la época, se supuso que la explosión se debió a gases emanados de la harina. Esta creencia se mantuvo durante casi un siglo. Es muy probable también que el polvo influyera en accidentes ocurridos en minas de carbón, aunque se pensara que el grisú era el único responsable. Las primeras sospechas de que el polvo de carbón participaba en las explosiones datan de 1803, cuando J. Buddle informó que durante una explosión en una mina inglesa en Wallsend se observaron chispas de polvo de carbón inflamado. Posteriormente, tras varias explosiones en minas inglesas (Jarrow, 1830; Thomsley, 1834; Wallsend, 1835; Springwell, 1837) se hallaron restos de polvo de carbón coquizado, lo que evidenciaba su participación en las explosiones. Faraday, en 1845, fue el que por primera vez demostró públicamente que el polvo de carbón podía inflamarse y dar lugar a una explosión por sí mismo, sin necesidad de un gas combustible soporte.
Ya en los primeros años del presente siglo se registran accidentes en los que se identifica al polvo como causante. En 1919, 43 personas resultaron muertas en Iowa-EEUU, en una explosión en una fábrica de almidón. Quizá el accidente más importante fue el ocurrido en Courrieres, Francia, en 1906, en el que, debido a una explosión de polvo de carbón, perecieron en la mina 1.099 hombres sobre un total de 1.664 que se hallaban en el interior. Casi simultáneamente se produjo un elevado número de muertes en accidentes en minas de carbón en Estados Unidos, donde ya se suponía que el polvo había actuado decisivamente.
Conviene reconocer cuáles son los materiales combustibles que con mayor frecuencia dan lugar a accidentes y cuáles son las industrias implicadas. Además, hay una serie de procesos típicos en los que suelen ocurrir los accidentes, así como unas fuentes de ignición que se suelen identificar como la causa origen de las explosiones. En las tablas 5 y 6 se recogen, a título de ejemplo, los procesos y fuentes causantes de accidentes en la República Federal Alemana durante el periodo 1966-1980. Conviene advertir que estos datos variarán para cada tipo de industria en particular y para las distintas clases de materiales combustibles implicados.
Por Natalia Vázquez Viñuela, Ingeniero de Minas, Jefe de Proyectos de SADIM, España para la Revista Seguridad Minera.
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